El día amaneció nevando, no se
equivocaron las predicciones, por lo tanto salimos a hacer una toma
de contacto, pero enseguida decidimos retirarnos no paraba de nevar y
teníamos miedo hacernos daño el último día, por lo tanto no
retiramos al apartamento y empezamos a darle duro a todas las
chucherías que nos habían sobrado, empezamos por un caldito
caliente, pasando por pistachos, patatas fritas, chocolatinas, hasta
unos gusanitos con sabor a cacahuete que habíamos comprado en
Alemania, llego la hora de comer y claro no había nada de apetito,
pero nos comimos el bocata y nos bajamos a visitar Brunico.
Más o menos tardamos un hora en
llegar, la carretera estaba en buenas condiciones y además nuestro
coche montaba neumáticos de invierno dado que eran obligatorios para
atravesar Austria.
Dimos una vuelta por la ciudad,
visitamos el castillo de Brunico, no dimos cuenta que había
demasiadas tiendas exclusivas para nosotros, paramos a tomar una
buena cervecita y enseguida volvimos al apartamento para preparar las
maletas, dado que al día siguiente nos íbamos a Munich por la
mañana temprano.
Mientas limpiábamos el hotel decidimos
hacer un experimento, ya que nos había sobrado sal, la tiramos sobre
una repisa para comprobar que realmente funciona, al día siguiente
verificamos que si que funcionaba, la repisa no tenía nada de nieve
y eso que había estado toda la noche nevando.
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