A los 8:00 de la mañana habíamos
programado el despertador, pero yo minutos no puede aguantar la
tentación de levantarte y asomarme al balcón, las vistas eran
increibles, dos sitemas montañosos a ambos lados, dejaban en medio
un sinfín de pistas entre montañas, rápidamente inmortalice la
estampa con varias fotografías y fue a la habitación de mis
compañeros, estos ya estaban levantados por lo que supuse que todos
teníamos las mismas ganas de esquiar. Rápidamente preparamos la
comida, una rica empanada que nos había realizado la madre de Nacho
y David, y bajamos a buscar los skipass.
Nos compramos los pases por 215 €
cada uno, y nos hicimos con unos mapas de la estación, eran tan
grandes que no sabíamos por donde empezar, doce estaciones unidas
con un único pase, decidimos los mejor para el primer día era
quedarnos en Alta Badia.
El acceso estaba apenas unos 50 metros
del hotel, por lo que no tuvimos que andar mucho con las engorrosas
botas, empezamos a descender y cogimos el primer telecabina que
vimos, comenzaba oficialmente la semana blanca.
Mis primeras impresiones fueron
confusas dado que entre que te vas acostumbrando a los esquís y que
la nieve era la mayor parte generada por cañones, estaba digamos que
muy suelta, pero poco a poco fui ganando confianza. En cuanto a los
paisajes solo puedo decir que indescriptibles, continuamente parando
y sacando la cámara para inmortalizar toda esa amplitud, se nos caía
la baba.
Al medio día decidimos parar a tomar
unos buenos capuchinos ya que estábamos en Italia, y al mirar el
mapa nos dimos cuenta que no habíamos bajado la pista del campeonato
del mundo “La Gran Risa” famosa por su verticalidad, por lo tanto
ya teníamos destino.
No nos consto encontrarla, solamente un
par de remontes, Nacho me comento que había leído en el foro de
nevasport que tenía rampas con muchísimo desnivel, pero no nos
imaginamos que seria para tanto, comenzamos el descenso y un chute
de adrenalina recorrió todo mi cuerpo, no quería pensar que pasaría
si sufriría una caída, tenía bastante con esquivar a muchísima
gente que realmente te pasaban muy rápido.
Para terminar la jornada nos acercamos
a un refugio en medio de la estación donde se había realizado una
quedada de Españoles, dado que en todo el día no habíamos oído a
nadie, teníamos ganas de charlar con gente española, topamos con un
matrimonio de Miranda de Ebro, charlamos un poco, tomamos unas
cervezas, planeamos la jornada del martes y volvimos para el
apartamento donde nos esperaba un gran chuleta de cena.
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